Según José Luis Romanillos, la tradición guitarrera de la Casa González se remonta al guitarrero de origen gallego Francisco González. Francisco González Estévez (1820-1879) se establece en Madrid en 1849 como ebanista, pero al año siguiente ya figura como guitarrero. En 1851 se casa con María Cruz Carretero, con quien tiene tres hijas, la primera de ellas, María Bárbara Concepción, nace en 1855, la segunda, Josefa Matilde, en 1858, y la tercera, María del Rosario Agustina Catalina, en 1860.

Francisco González fallece en 1879, y su primera hija, Concepción, se establece como guitarrera. El negocio se traslada a la calle Carretas, 33, donde continúa hasta 1927, pero en estos años bajo el nombre de “HIJOS DE GONZÁLEZ”, pues, aunque no tuvo hijos, sino hijas, esa era la tradición. En 1927, fallece Concepción.

Sin embargo, lo que le otorga a esta guitarra un valor difícil de calcular, es el óleo sobra la tapa, de Juan Martínez Abades, pintor nacido en Gijón, Asturias, en 1862 y fallecido en Madrid en 1920, especializado en la pintura de marinas. En 1888 obtuvo una pensión de mérito de la Diputación de Oviedo para ampliar sus estudios en Roma, donde permaneció hasta 1890. A su regreso se estableció en Madrid, y viajó durante los veranos a la costa para hacer apuntes del natural. El mismo año de su regreso presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes el cuadro El Viático a bordo, que actualmente forma parte de la colección del Museo Nacional del Prado. También participó en las Exposiciones del Círculo de Bellas Artes, colaboró como ilustrador en Blanco y Negro, y fue compositor de cuplés. En la mayoría de sus biografías, se ignora al Abades músico y poeta. Parece como si el cuplé, considerado género menor, fuera a ser incompatible con su extraordinaria trayectoria como pintor.

El dedicatario y dueño de la guitarra, probablemente sea Francisco de Adriaensens Alcaraz, nacido en 1862, al igual que el pintor. Su mujer se llamaba Paulina García-Vidal Rayneri, y su hijo, Francisco Adriaensens y García-Vidal, Capitán de Complemento de Artillería.

Su sonido es realmente mágico, completamente alejado de los estereotipos actuales. Desde el primer instante en que la hacemos sonar comprendemos que estamos ante “otra cosa”, un sonido inspirador que nos invita a soñarla sonando a través de obras de compositores como Tárrega, Falla o Llobet.

El estado de conservación de esta guitarra es realmente bueno si tenemos en cuenta la fecha en que fue construida, presenta una restauración general pero se encuentra en un estado optimo para ser utilizada.